viernes, 23 de marzo de 2012

Una relación suegra-nuera afectuosa



Una relación suegra-nuera afectuosa

AUNQUE Fujiko, la angustiada nuera mencionada en el primer artículo de esta serie, finalmente logró convencer a su marido para trasladarse del apartamento de sus padres a otro justo al lado, la situación no mejoró mucho. Sus suegros seguían entremetiéndose en su vida y ella no podía superar su abatimiento. Entonces, un día la visitó una persona desconocida.
Aquella visita puso a Fujiko en camino a un cambio de personalidad, lo que mejoró su relación con los demás. Con el tiempo, su actitud había cambiado tanto que su suegro quiso asistir a los estudios para ver por sí mismo ‘qué clase de religión era esa que había logrado cambiar tanto su personalidad’.

Debe reconocerse el nuevo vínculo

En las Santas Escrituras se da una descripción muy clara de la institución bíblica del matrimonio. Después de crear a la primera pareja humana y unirlos en matrimonio, Dios estableció el siguiente principio: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne”. (Génesis 2:24.) De modo que los recién casados deben reconocer que han establecido un nuevo vínculo. Ahora, aunque vivan con los padres de uno de ellos, deben adherirse el uno al otro como una unidad independiente.
No obstante, el hecho de que al casarse los hijos dejen al padre y a la madre no significa que puedan volverles la espalda y que ya no tengan que mostrarles respeto ni honra. “No desprecies a tu madre simplemente porque ha envejecido”, aconseja la Biblia. (Proverbios 23:22.) Sin embargo, al contraer matrimonio, se produce un ajuste en la relación entre padres e hijos. Si cada miembro de la familia tiene bien presente esto, la pareja joven podrá beneficiarse de la experiencia y sabiduría de los padres.
Timoteo, joven respetable a quien el apóstol Pablo llevó consigo en sus viajes misionales, fue criado por su madre judía Eunice. No obstante, parece que su abuela Loida también intervino en su educación. (2 Timoteo 1:5; 3:15.) Con esto no se quiere decir que las abuelas tienen derecho a interferir en la crianza de un niño y establecer normas que difieran de las de los padres. Es cierto que los mayores pueden ayudar a los jóvenes a criar a sus hijos, pero de la manera apropiada. (Tito 2:3-5.)

“La mujer verdaderamente sabia”
Si dos generaciones van a cooperar en una cuestión tan delicada como la crianza de los hijos, ambas deben comportarse con sabiduría. “La mujer verdaderamente sabia ha edificado su casa —dice un proverbio bíblico—, pero la tonta la demuele con sus propias manos.” (Proverbios 14:1.) ¿Cómo puede una mujer edificar su propia casa? Tomiko dice que fue la comunicación lo que la ayudó a mejorar la relación con su nuera Fujiko. “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”, aconseja la Biblia. (Proverbios 15:22.)
El que haya comunicación no significa que se pueda decir todo lo que se piensa sin tomar en cuenta los sentimientos de los demás. Aquí es donde entra en juego la sabiduría. “El sabio escucha” lo que los demás tienen que decir. A veces puede que los suegros tengan algo que decir, pero no se atrevan a expresarse. Manifieste discernimiento y ‘extraiga sus pensamientos’. Luego, ‘medite’ antes de hablar. (Proverbios 1:5; 15:28; 20:5.)
Es muy importante escoger el momento oportuno. “Como manzanas de oro en entalladuras de plata es una palabra hablada al tiempo apropiado para ella”, dice otro proverbio bíblico. (Proverbios 25:11.) Tokiko y su nuera dicen que siempre esperan el momento oportuno antes de expresar una opinión que pueda irritar a la otra. “Cuando quiero hacer notar algo a mi nuera, trato de pensar antes de hablar —dice Tokiko—. Pienso en lo que quiero decirle y le hablo cuando veo que está de buen humor y no tiene hambre, ya que cuando se tiene hambre es más fácil irritarse.”
La mujer sabia evita hablar mal de su suegra o de su nuera. “Seamos suegras o nueras, deberíamos darnos cuenta de que si hablamos mal de la otra, a la larga lo sabrá”, dice Sumie Tanaka, una escritora japonesa que vivió con su suegra durante treinta años. Lo que ella aconseja es hablar siempre bien de los padres o hijos políticos, sea directa o indirectamente.
Pero, ¿y si los demás no responden a sus esfuerzos?

Sepa perdonar
Los problemas serios que surgen entre padres e hijos políticos suelen provocarse por cosas que no tendrían importancia si las hubiese hecho o dicho otra persona. Como todos somos imperfectos y ‘tropezamos en palabra’, a veces puede que hablemos “irreflexivamente como con las estocadas de una espada”. (Santiago 3:2; Proverbios 12:18.) De todas formas, el proceder sabio es no disgustarse por cada palabra irreflexiva que nos digan.
Los que han sabido superar los problemas entre padres e hijos políticos han obedecido el consejo bíblico: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro”. (Colosenses 3:13.) Es cierto que quizás no resulte sencillo soportar y perdonar a los suegros, a una nuera o a un yerno, sobre todo cuando existe causa de queja. Sin embargo, la seguridad de que Dios, como recompensa, también nos perdonará nuestras faltas, nos dará un firme incentivo para hacerlo. (Mateo 6:14, 15.)
Hasta en países orientales, donde la gente es tradicionalmente budista, taoísta, confucionista o sintoísta, hay muchos que han estudiado la Biblia y han llegado a apreciar la verdad acerca del benévolo Creador. Dicho aprecio les ha ayudado a vencer sentimientos de amargura que parecían insuperables.


“El amor nunca falla”
Para que exista una buena relación entre padres e hijos políticos ha de haber un fundamento firme. Ayudar a una suegra (o a un suegro) de edad avanzada y enferma por un sentido de obligación no siempre fomenta la mejor relación. Haruko aprendió esta realidad cuando su suegra estaba muriendo de cáncer. Además de pasar la mayor parte del día en el hospital atendiéndola, cuidaba de su propia familia. Era tanta la tensión a la que estaba sometida que con el tiempo perdió casi todo el cabello.
Un día, mientras le hacía la manicura a su suegra, no se dio cuenta y, al cortarle una uña demasiado a ras de piel, le hizo daño. “¡Yo a ti no te importo en absoluto!”, dijo con brusquedad la suegra.
Herida por esas palabras faltas de aprecio, Haruko no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas. Luego se dio cuenta de que la razón por la que se sintió tan herida era que el motivo que la había impulsado a hacer lo que estaba haciendo por su suegra era un sentido de obligación. Decidió que a partir de entonces la atendería motivada por amor (Efesios 5:1, 2), decisión que la ayudó a superar sus sentimientos heridos y a restablecer una buena relación con su suegra que duró hasta que esta murió.
No cabe duda de que el amor tal y como se define en la Biblia es la clave para apaciguar la discordia familiar. Lea lo que el apóstol Pablo dijo al respecto y vea si no concuerda con ello. “El amor es sufrido y bondadoso —escribió Pablo—. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta.” No es de extrañar que Pablo añadiera: “El amor nunca falla”. (1 Corintios 13:4-8.) 

¿Cómo puede usted cultivar esta clase de amor?
La Biblia menciona el “amor” como parte del “fruto del espíritu” de Dios. (Gálatas 5:22, 23.) Por lo tanto, es esencial que quien desee cultivar esta clase de amor, además de esforzarse personalmente en esa dirección, tenga el espíritu de Dios. También puede pedir a Jehová, el Dios de la Biblia, que le ayude a que un amor de ese tipo forme parte de su personalidad. (1 Juan 4:8.) Por supuesto, todo ello requiere que usted aprenda de Él por medio de estudiar Su Palabra, la Biblia. 
A medida que usted aplique lo que aprenda de la Biblia, verá que no solo mejora su relación con Dios, sino también su relación con todos los que le rodean, incluso con sus padres o hijos políticos. Tal como lo promete la Biblia, usted experimentará “la paz de Dios que supera a todo pensamiento”. (Filipenses 4:6, 7.)
Fujiko y las demás personas mencionadas en estos artículos han llegado a disfrutar de esa paz, y usted también puede gozar de ella. Sí, acudiendo a Jehová y siguiendo el consejo de su Palabra, la Biblia, usted también puede crear y mantener una relación afectuosa con sus padres o hijos políticos.

Sepa escuchar y comuníquese

El amor, y no un sentimiento de obligación, es lo que crea buenas relaciones


El marido, ¿siembra paz o discordia?

  Cuando dos o tres generaciones viven bajo un mismo techo, no debe pasarse por alto el papel que desempeña el marido en mantener la paz de la familia. Respecto al marido típico que evade su responsabilidad, Tohru Arichi, profesor de la universidad de Kyushu especializado en Sociología familiar, escribe:
  “Cuando la pareja vive con [la madre], ella nota las necesidades de su hijo y, sin querer, cuando las percibe, cuida de él. El hijo acepta tales cuidados sin vacilación. Si el hijo pensase un poco más en la situación de su esposa y colocase a su madre en su lugar en lo que respecta a intervenir en sus asuntos, el problema se solucionaría. Es de lamentar que con demasiada frecuencia el hijo no se da cuenta de ello.”
  Entonces, ¿cómo puede un marido desempeñar un papel activo en sembrar la paz en el hogar? Mitsuharu dice que algo que ayudó a su familia fue el que él aplicase los principios bíblicos. “Aunque el hijo ya sea adulto —admite Mitsuharu—, el vínculo entre madre e hijo es muy fuerte, por eso el hijo debe hacer un gran esfuerzo por ‘dejar a su padre y a su madre y adherirse a su esposa’.” Él aplicó este principio tratando todo lo relacionado con el cuidado y la educación de los hijos solo con su esposa, y no comparándola con su madre en lo referente al modo de desempeñar las tareas domésticas. “Ahora —continúa él—, entre mis padres y nosotros existe respeto. Cada uno sabe cuándo su intervención en cierto asunto provocará resentimiento y cuándo será bien recibida su ayuda y cooperación.”
  Además de “adherirse a su esposa”, el marido debe actuar de mediador entre ella y su madre. (Génesis 2:24.) Necesita ser un buen oyente y dejar que ellas le abran su corazón. (Proverbios 20:5.) Cierto marido que ha aprendido a manejar con tacto diferentes situaciones, primero averigua los sentimientos de su esposa. Luego, en presencia de ella, le habla a su madre acerca del asunto. Si un hombre desempeña bien su papel de sembrar paz en el hogar, podrá contribuir a que las dos mujeres que él ama mantengan una relación afectuosa.

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