sábado, 11 de septiembre de 2010

¿Qué es el trastorno de estrés postraumático?




AÑOS atrás solía llamársele “fatiga de combate”, y los estudios realizados se centraban casi siempre en los veteranos de guerra. En la actualidad la situación es muy diferente: no hay que ser soldados para que se nos diagnostique tal enfermedad, sino simplemente supervivientes de un suceso traumático.

Entre los detonantes figuran desde una guerra hasta un accidente automovilístico, pasando por un intento de violación. Un informe del National Center for PTSD (Centro Nacional del Trastorno de Estrés Postraumático) de Estados Unidos lo expresa así: “Para que se emita un diagnóstico de esta índole, la persona tiene que haber sufrido una situación traumática” que haya “puesto en peligro real o potencial su integridad FÍSICA”.

Jane, mencionada en el artículo anterior, relata: “Ahora sé que el terror repentino hace que ciertas hormonas se disparen, lo que ocasiona un estado de hipervigilancia. Los niveles hormonales suelen volver a la normalidad cuando ya no hay peligro, pero se mantienen altos en los que padecen el trastorno”. Aunque el incidente pasó, todo indicaba que el pavor de aquellos momentos se resistía a abandonar la mente de Jane, como un inquilino indeseable que no hace caso de una orden de desahucio.

Si usted ha sufrido un trauma y experimenta secuelas similares, es importante que entienda que no es el único. Linda E. Ledray, autora de un libro sobre los efectos de las violaciones, aclara en él que este desorden “es una reacción frecuente observada en personas normales que han vivido una situación aterradora sobre la que no tenían control”.

Sin embargo, el hecho de que sea frecuente no significa que todos los supervivientes de una tragedia reaccionen así. Ledray señala: “Un estudio realizado en 1992 indicó que, una semana después de ser violadas, el 94% de las víctimas presentaban los síntomas del trastorno de estrés postraumático, y a las doce semanas, el 47%. La mitad de las mujeres atendidas en 1993 en el Sexual Assault Resource Service de Minneapolis [un centro de asesoramiento] sufrían el síndrome un año después de la violación”.

Según tales estadísticas, la enfermedad es mucho más común de lo que imagina la mayoría de la gente y afecta a toda clase de personas que pasan por trances de diversos tipos. Los escritores Alexander C. McFarlane y Lars Weisaeth dicen: “Las últimas investigaciones demuestran que los sucesos traumáticos afectan a menudo tanto a civiles en tiempo de paz como a soldados y víctimas de la guerra, y muchos de ellos desarrollan el mal”. Hasta operaciones quirúrgicas o infartos han sido el desencadenante en algunos casos.

“Se ha convertido en un trastorno común”, dicen los escritores citados, y añaden: “Una encuesta realizada al azar entre 1.245 adolescentes estadounidenses indicó que el 23% había sido víctima de agresiones físicas o sexuales, además de presenciar actos violentos contra otras personas. De estos, a 1 de cada 5 se le diagnosticó el TEPT, lo que pone de manifiesto que cerca de un millón setenta mil jóvenes lo padecen”.

Si los cálculos son exactos, implicaría que existe un sinfín de adolescentes afectados en un solo país. ¿Cómo ayudar a estos jóvenes y a los muchos millones de otras víctimas de todo el mundo?

¿Qué puede hacerse?

Si cree que usted o algún conocido suyo sufre del trastorno de estrés postraumático, le ofrecemos varias sugerencias:

No se retenga de animar al paciente. Si algún ser querido está lidiando con los horribles recuerdos de un suceso traumático, tenga presente que no está reaccionando de forma exagerada ni siendo difícil adrede. El embotamiento emocional, la ansiedad o la ira tal vez impidan que responda a su apoyo como a usted le gustaría. Pero no se dé por vencido, pues la Biblia dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).

El paciente ha de reconocer y eludir remedios que causen mayor perjuicio. Entre ellos figuran el uso de drogas ilegales y el abuso de las bebidas alcohólicas. Aunque quizás el alcohol y las drogas aporten cierto alivio transitorio, al poco tiempo empeoran la situación, pues suelen fomentar aislamiento social, rechazo a los que desean ayudar, adicción al trabajo, ataques de ira descontrolados, desequilibrios en la ingestión de alimentos u otras conductas autodestructivas.

Consulte a un médico competente. Quizá no sufra el trastorno de estrés postraumático, pero en caso afirmativo, existen terapias eficaces. Si recibe atención de un profesional, sea sincero con él y pídale asistencia para superar cualquiera de los comportamientos mencionados.

Recuerde: las lesiones físicas son a menudo las primeras en sanar, pero quienes padecen esta enfermedad quizá tengan diferentes clases de heridas físicas, mentales y emocionales. En el próximo artículo se analizará qué más pueden hacer los enfermos en pro de su recuperación y cómo pueden colaborar las personas que los rodean. También se hablará de la esperanza que hay para las víctimas.



Los síntomas del TEPT

Muchas víctimas de sucesos traumáticos los reviven en su mente sin poder, por lo general, controlarlos o evitarlos. Algunos de los síntomas son:

• Reviviscencias: la sensación de que el trauma se repite

• Pesadillas

• Tendencia a sufrir grandes sobresaltos ante un ruido fuerte o cuando alguien se les acerca inesperadamente por la espalda

• Temblores y sudoración

• Palpitaciones y problemas para respirar

• Malestar psicológico intenso cuando algo que ven, oyen, palpan, huelen o gustan les recuerda la situación traumática

• Ansiedad o temor: la sensación de volver a estar en peligro

• Problemas para controlar emociones como la ansiedad, la ira y la irritación, al exponerse a hechos que recuerdan el suceso traumático

• Dificultad para concentrarse o pensar con claridad

• Dificultad para conciliar el sueño o dormir

• Agitación y constante estado de hipervigilancia

• Evasión de estímulos o embotamiento emocional

• Dificultad para sentir amor y emociones intensas

• Sensación de que el entorno es extraño o irreal

• Pérdida de interés en actividades de las que antes se disfrutaba

• Dificultad para recordar aspectos importantes del hecho traumático

• Abstracción de la vida que les rodea

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