sábado, 13 de marzo de 2010

EL DIVORCIO Y LOS EFECTOS NEGATIVOS SOBRE LA FAMILIA



La amarga cosecha del divorcio



NO SON los abogados ni los amigos ni los medios de comunicación ni los "expertos" quienes tienen que pagar el precio del divorcio; son las parejas que se divorcian —y sus hijos— quienes finalmente pagan la cuenta. Lejos de ser una experiencia liberadora, el divorcio puede exigir el pago de un precio muy elevado.



Diane Medved admite en su libro TheCaseAgainstDivorce que en un principio tenía la intención de escribir una obra "moralmente neutral" respecto al divorcio, pero se vio obligada a cambiar de idea. ¿Por qué? Ella contesta: "Muy sencillo: mis investigaciones me permitieron descubrir que tanto el proceso que conduce al divorcio como las secuelas de este producen unos efectos tan catastróficos —en el cuerpo, la mente y el espíritu—, que en un número enorme de casos, el ‘remedio’ es sin duda mucho peor que la ‘enfermedad’ que atraviesa el matrimonio".



Ann, la mujer mencionada en el artículo anterior, opina lo mismo: "Pensaba que el divorcio sería una liberación. Creía que me sentiría bien si conseguía salir de este matrimonio. Pero el dolor que sentía antes del divorcio al menos me hacía ver que estaba viva. Una vez que me divorcié, ni siquiera me sentía viva. El vacío era tan grande, que me daba la sensación de que simplemente no existía. Fue terrible. Es imposible describir con palabras lo vacía que me sentía". Después del divorcio, las vagas promesas de libertad y frenesí se evaporan en las crudas realidades de la vida cotidiana y la lucha por sobrevivir.



La dura realidad es que las consecuencias del divorcio pueden ser dolorosas y duraderas, incluso cuando existe base legítima para él. De modo que cualquiera que esté pensando en dar este paso tan drástico haría bien en seguir primero el consejo de Jesús de ‘calcular los gastos’. (Lucas 14:28.) ¿Cuáles son, específicamente, algunos de esos gastos, es decir, algunas de las dolorosas consecuencias del divorcio?



Efectos emocionales y morales



Un estudio reciente que apareció en la publicación JournalofMarriageandtheFamily indicó que el divorcio está vinculado a la infelicidad y la depresión. Las personas divorciadas tienen más probabilidades de sentirse deprimidas, y las que se han divorciado más de una vez solían sentirse deprimidas con más frecuencia. La socióloga Lenore Weitzman dice en su libro TheDivorceRevolution que los índices más elevados de admisión en centros psiquiátricos se dan entre los divorciados y los separados; es también en estos colectivos donde se dan los índices más elevados de enfermedad, muerte prematura y suicidio.



Tras efectuar un estudio entre unas doscientas personas, Diane Medved descubrió que el divorcio dejaba a los hombres y a las mujeres afectados emocionalmente durante un promedio de siete años, y en el caso de algunos, durante décadas. Lo que el divorcio no afectó —según pudo ver— fue el patrón de vida nocivo que condujo a la pareja a acabar con su matrimonio. No es de extrañar, entonces, que exista una mayor probabilidad de fracaso en las segundas nupcias que en las primeras.



El divorcio no contribuye a que mejore el comportamiento; al contrario, muchas veces tiene un efecto sumamente negativo en la moralidad. Los investigadores han descubierto que la mayoría de los hombres y las mujeres experimentan una especie de segunda adolescencia durante un breve período de tiempo después del divorcio. Saborean su libertad recién obtenida yendo en pos de una aventura romántica tras otra a fin de levantar su decaído amor propio o de aliviar su soledad. Ahora bien, salir con alguien del sexo opuesto por razones tan egoístas puede conducir a inmoralidad sexual, conducta que por sí sola ya resulta en una larga lista de consecuencias trágicas. Y puede ser muy perjudicial para los hijos, hasta un verdadero trauma, ver a sus padres actuar de esa forma.



No obstante, con demasiada frecuencia, las parejas que se divorcian ya han asimilado la propaganda del mundo de que sus propios intereses y necesidades son lo primero. Eso hace que se endurezcan y ya no piensen en el dolor que causarán en la vida de los que los rodean —sus hijos, sus padres o sus amigos—. Algunos olvidan que Dios también puede sentirse herido cuando se pasan por alto Sus normas. (Compárese con el Salmo 78:40, 41; Malaquías 2:16.) Por otra parte, el divorcio también puede ser un proceso lleno de rencores, sobre todo cuando degenera en batallas legales por conseguir la custodia de los hijos y la propiedad de los bienes.



Catástrofe económica



Lenore Weitzman también llegó a la conclusión de que en Estados Unidos el divorcio es una "catástrofe económica" para las mujeres. Sus fondos para cosas tan esenciales como el alimento, la vivienda y la calefacción quedan reducidos, como promedio, a la mitad. Ella descubrió que el nivel de vida de estas mujeres se redujo de golpe después del divorcio ¡nada menos que en un 73%!



Se había imaginado que las modernas y "entendidas" leyes del divorcio protegerían a las mujeres. Descubrió, sin embargo, que ellas decían sentirse desesperadas y desvalidas después de la ruptura matrimonial. Contaban que de pronto tuvieron que recurrir a programas benéficos, cupones para comida, centros de acogida y comedores de beneficencia. Por lo menos el 70% de las mujeres que entrevistó reconocieron que estaban preocupadas continuamente por conseguir los ingresos suficientes para vivir. Algunas se sentían aterrorizadas, frustradas y hasta prisioneras con sus hijos, sin tiempo para sí mismas.



Un joven al que llamaremos Tom, cuyos padres se divorciaron cuando él tenía ochos años, recuerda: "Después que papá se marchó, bueno, siempre teníamos comida, pero de pronto una lata de cualquier refresco se convirtió en un lujo. No podíamos comprar ropa nueva. Mamá tenía que confeccionarnos las camisas. Cuando miro las fotos de esa etapa de nuestra niñez, no veo más que escenas tristes y rostros demacrados".



Como en la mayoría de los casos es la mujer quien recibe la custodia de los hijos y muchos padres no pagan la pensión alimenticia fijada por el tribunal —que con frecuencia ni siquiera cubre las necesidades mínimas—, es más probable que el divorcio empobrezca a las mujeres que a los hombres. De todas formas, no puede decirse tampoco que el divorcio enriquezca a los hombres. El libro DivorcedFathers (Padres divorciados) indica que solo los gastos legales pueden exigir el desembolso de la mitad de los ingresos netos anuales de un hombre. Además, el divorcio también es devastador emocionalmente para los maridos y padres. Muchos se desesperan al verse relegados a una posición de simples visitantes en la vida de sus hijos.



¡Proteja su matrimonio!



No es extraño, por tanto, que en un estudio efectuado entre personas que llevaban un año divorciadas, el 81% de los maridos/padres y el 97% de las esposas/madres admitieran que el divorcio posiblemente había sido un error y que deberían haberse esforzado más por conseguir que su matrimonio marchase bien. Asimismo, cada vez son más los "expertos" que se están volviendo atrás desesperadamente de las actitudes desdeñosas que en un tiempo adoptaron respecto al matrimonio. El periódico LosAngelesTimes dijo hace poco: "Tras más de veinticinco años de observar los resultados, muchos terapeutas [...] están haciendo un mayor esfuerzo por salvar matrimonios".



Por supuesto, para los "expertos" es muy fácil volverse atrás. En realidad, no tienen más que decir: "¡Cuánto lo siento!", y empezar a dar consejos distintos. Pero para los miles de personas que siguieron sus anteriores consejos no es tan fácil. Con todo, las víctimas del divorcio pueden aprender importantes lecciones de su amarga experiencia, como la que se resume en el Salmo 146:3, 4: "No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos".

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